miércoles, 27 de agosto de 2008



La gente puede tener vicios y manías muy extrañas. Se dice que sobretodo cuando convives con una pareja, esta clase de cosas son muy evidentes. No hablaré de experiencias anteriores (sería harto peligroso para mi integridad física) pero al menos actualmente, yo no le encuentro cosillas raras a la dueña de mis raquíticas quincenas.
Yo en cambio, poseo un complejo e interesante mundo estructurado alrededor de aquellos incentivos que permiten una “fuga de la realidad”
¿Que qué es esto? Pues simple y sencillamente que me gusta andar comprando libros, películas y cosas varias que considero más dignas que ese “otro” desahogo consumista, el de comer helado de chocolate o galletas, mientras hablas sobre tú depre con tú amiga en el teléfono.
A poco no es una delicia leer una buena novela (nunca en su vida piensen en mí comprando Padre rico padre pobre) o sentarte una tarde de fin de semana y ver una película de esas que te dejan pensando horas y horas o felizmente, algunas pocas, que te cambian alguna perspectiva y/u opinión.
En algún punto me dí cuenta que igual es consumo puro y duro, pero ese amor al arte y no sé que que qué se yo, me acabó de convencer que era más loable y contestatariamente aceptable entrarle con la “industria” (les digo q puro consumo) librera, filmográfica, etc.
Seguido me decepciono cuando oigo estupideces tales como que el conocimiento es dinero o que eso del ocio es de gente que no tiene que hacer y no se que, será mi carácter apacible de imitación de griego clásico, pero la verdad sí creo que el conocimiento haga “buenas” a las personas.
Por eso la gente no me entiende o me mira con asquito cuando digo que me encantaría tener libros antiguos (digamos así como que uno q otro incunable y cosas así de los primeros tiempos), por eso un “amigo” me preguntaba hace no mucho que esos pinches libros viejos que tenían que ver conmigo. Pues como sea yo sí creo aquello de que “Nada humano me es ajeno” y así soy feliz.

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